En el rosario hay escucha de la Palabra de Dios, hay contemplación, hay alabanza y petición, hay comunión con toda la Iglesia orante, con el Papa, con el Obispo, con todos los que sufren. Pero todo esto es imposible, si no hay amor. Para rezar el rosario, hay que amar, y el mismo rosario se convierte en alimento y estímulo de ese amor a Dios y a los hombres.
Más-- Demetrio Fernández, obispo de Tarazona --
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