20090220

Cuaresma y Crisis


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¿¡Ayunar en crisis!?
por Jacques Noyer,
Obispo Emérito de Amiens

¿Habrá que hablar de ayuno durante esta Cuaresma que se avecina? Hablaremos de ello en nuestras iglesias, como cada año, para purificar nuestras almas pecadoras. Pero, ¿qué sentido se debe dar en estos días a este rechazo provisorio a consumir?
¿Es necesario exigir un esfuerzo adicional a tantos hombres y mujeres que, desde hace varios meses ya, viven el alza de los precios y una abstinencia cada vez más estricta?
¿Es juicioso impulsar a una baja del consumo cuando se busca reactivar la maquinaria económica? ¿No sería mejor condenar los reflejos de temor que urgen a economizar frente a un futuro incierto?
Siempre habrá argumentos médicos que justifiquen el ayuno. Está demasiado gordo(a). Come demasiado. Cava su tumba con sus dientes pero también hace un forado en la Seguridad Social. Muchos terapeutas explicarán los beneficios del ayuno prolongado para el organismo y la siquis.
Se podrá decir que al negarse a comer se hará mella en el alza de precios, como se acaba de observar con el petróleo. El precio del trigo bajará si se come menos pan. ¿Ahí los productores tendrán su merecido? ¡Eso es otro tema!
Cuando vemos a Jesús encaminarse al desierto por cuarenta días, se adivina que lo que está en juego con su ayuno es de otro orden. Antes de iniciar su vida pública, antes de salir para anunciar a los hombres la Buena Nueva que trae, se recoge en sí mismo como para tomar impulso. Quiere purificar su corazón de todas las tentaciones que acechan al hombre público. La ilusión de ser todopoderoso, la vanidad de la ostentación, el sobredimensionamiento del ego. Se toma el tiempo para fundar su discurso futuro no eligiendo entre los argumentos de los escribas de la época, sino en ese diálogo secreto con Aquél que él llama su Padre, ese Padre que le hace ser, ese Padre que le hace Dios.
Es ahí sin duda que estamos invitados a unirnos con él. En momentos en que tantas ideas recibidas, tantas evidencias generalizadas, tantas certezas se derrumban, tenemos que ayunar; es decir, guardar silencio en medio de la bullanga mediática; es decir, salir un instante de este ritmo incesante que nos lleva al fracaso; es decir, detenerse un instante en la vida para decidir acerca de nuestra vida. Es entonces tal vez cuando escuchamos la palabra de ese Padre interno que nos llama a vivir y que algunos reconocen como el Padre de Jesús.
Y no se nos exigirá salvar nuestra alma, porque esa sería la mejor manera de perderla. Escucharemos ese envío que nos lleva a arriesgar la vida y al compromiso. Si hay que refundar el capitalismo, si hay que cambiar nuestro modelo de consumo, si hay que salvar el planeta, si hay que aprender a vivir la globalización, no es acaso necesario decir en un momento: « ¡Para! ¡Reflexionemos! ¡Retomemos el control de nuestro destino! »
Para esta Cuaresma, sin duda necesitaremos harto más que cuarenta días. Pero urge comenzar. Refundar nuestra vida colectiva; eso puede comenzar hoy. Callarnos todos juntos para escuchar nuestra vocación de hombre, ¿es imposible?

Texto original en francés publicado por Témoignage Chrétien
Traducción al Español