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20090530

La santa de lo temporal



«A Dios le gustó servirse de una simple doncella para derrotar a los enemigos del rey».
Respuesta de la Santa a los jueces que le preguntaron porqué Dios iba a elegir como su mensajero a una campesina analfabeta como ella.
Más

Aunque camine por lúgubres cañadas,
ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo;
tu vara y tu bastón me defienden. (Sal 23, 4)
Santa Juana de Arco, ¡ruega por nosotros!

Para leer
Para ver y escuchar

twitter / CruzdeMayo

20090404

Mansedumbre



Ben Hur (Charlton Heston)

Juda Ben-Hur: En el momento en que iba a morir pude oírle decir: “Padre, perdónales que no saben lo que hacen”
Ester: Incluso entonces…
Juda Ben-Hur: Incluso entonces. Y sentí que su voz me arrancaba la espada de la mano.


twitter / CruzdeMayo

20090330

Juzgar



La Mujer Adúltera (Mónica Bellucci)
The Passion

Aprendamos todos el ejemplo de Jesucristo en el Evangelio, que debe ser para nosotros los cristianos la suprema norma de conducta. Él siempre andaba rodeado de pecadores, a pesar del escándalo de los fariseos. Jamás justifica su pecado, ni les defiendía tranquilizándoles con las palabras "no tiene importancia, no se preocupen". Al contrario, les hacía sentir toda la gravedad de su pecado, pero no para rechazarlos o para hundirlos, sino para levantarlos. Él siempre ama y siempre perdona y da la mano al pecador que se le acerca. ¡Con qué respeto trata a la mujer adúltera a quien aquellos acusadores hipócritas despreciaban! Jesús le dice: "Vete en paz y no peques más!"(...).

Por eso también te ama a ti, mujer, y quiere restaurar tu vida. Quizás la mejor reparación sería que si ahogaste una vida salves otras muchas, y que si tu hijo no llegó a nacer, que otros hijos nazcan porque tú defendiste sus vidas y ayudaste a sus madres. Y si tu hijo no llegó a crecer, otros hijos crezcan porque tú viviste en actitud de caridad y de servicio para los más pequeños y los más indefensos.

Y para aquellas otras mujeres que han cometido tu mismo pecado y endurecidas y despreocupadas siguen abortando, y que no han sentido siquiera el aguijón del remordimiento; que tu oración las acompañe, para que también ellas abran sus ojos a la luz, para que también ellas se encuentren con la mirada penetrante y amorosa de Cristo, para que también ellas se salven.

Mujer, tú que no quisiste ser madre un día, tienes todavía mucho que hacer en el mundo. Tu recuerdo doloroso es acicate para que crezca tu generosidad y tu entrega a los demás. Tal vez algún día te encuentres en la vida eterna --porque nosotros no podemos poner límites a la misericordia de Dios-- con aquel hijo que no llegaste a conocer en la tierra y a quien Él por caminos extraordinarios y misteriosos ha dado también la gracia y la salvación.
Monseñor Eduardo Boza Masvidal (1915 - 2003)
Obispo de Los Teques, Venezuela

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twitter / CruzdeMayo

20090316

El Poder del Perdón



Jean Valjean (Liam Neeson)
Los Miserables

Se abrió con violencia la puerta. Un extraño grupo apareció en el umbral. Tres hombres traían a otro cogido del cuello. Los tres hombres eran gendarmes. El cuarto era Jean Valjean. Un cabo que parecía dirigir el grupo se dirigió al obispo haciendo el saludo militar.
-Monseñor... -dijo.
Al oír esta palabra Jean Valjean, que estaba silencioso y parecía abatido, levantó estupefacto la cabeza.
-¡Monseñor! -murmuró-. ¡No es el cura!
-Silencio -dijo un gendarme-. Es Su Ilustrísima el señor obispo.
Mientras tanto monseñor Bienvenido se había acercado a ellos.
-¡Ah, habéis regresado! -dijo mirando a Jean Valjean-. Me alegro de veros. Os había dado también los candeleros, que son de plata, y os pueden valer también doscientos francos. ¿Por qué no los habéis llevado con vuestros cubiertos?
Jean Valjean abrió los ojos y miró al venerable obispo con una expresión que no podría pintar ninguna lengua humana.
-Monseñor -dijo el cabo-. ¿Es verdad entonces lo que decía este hombre? Lo encontramos como si fuera huyendo, y lo hemos detenido. Tenía esos cubiertos...
-¿Y os ha dicho -interrumpió sonriendo el obispo- que se los había dado un hombre, un sacerdote anciano en cuya casa había pasado la noche? Ya lo veo. Y lo habéis traído acá.
-Entonces -dijo el gendarme-, ¿podemos dejarlo libre?
-Sin duda -dijo el obispo.
Los gendarmes soltaron a Jean Valjean, que retrocedió.
-¿Es verdad que me dejáis? -dijo con voz casi inarticulada, y como si hablase en sueños.
-Sí; te dejamos, ¿no lo oyes? -dijo el gendarme.
- Amigo mío -dijo el obispo-, tomad vuestros candeleros antes de iros.
Y fue a la chimenea, cogió los dos candelabros de plata, y se los dio. Las dos mujeres lo miraban sin hablar una palabra, sin hacer un gesto, sin dirigir una mirada que pudiese distraer al obispo. Jean Valjean, temblando de pies a cabeza, tomó los candelabros con aire distraído.
Ahora -dijo el obispo-, id en paz. Y a propósito, cuando volváis, amigo mío, es inútil que paséis por el jardín. Podéis entrar y salir siempre por la puerta de la calle. Está cerrada sólo con el picaporte noche y día.
Después volviéndose a los gendarmes, les dijo:
-Señores, podéis retiraros.
Los gendarmes abandonaron la casa. Parecía que Jean Valjean iba a desmayarse. El obispo se aproximó a él, y le dijo en voz baja:
-No olvidéis nunca que me habéis prometido emplear este dinero en haceros hombre honrado.
Jean Valjean, que no recordaba haber prometido nada, lo miró alelado. El obispo continuó con solemnidad:
-Jean Valjean, hermano mío, vos no pertenecéis al mal, sino al bien. Yo compro vuestra alma; yo la libro de las negras ideas y del espíritu de perdición, y la consagro a Dios.

Les Misérables (Fragmento)

twitter / CruzdeMayo

20090128

No por tu mano

No hagan justicia por ustedes mismos, queridos hermanos, dejen que Dios sea el que castigue; porque está escrito: Mía es la venganza, yo retribuiré, dice el Señor.
Rom. 12, 19




Abate Faria: Esta es tu última lección: no cometas el mismo delito por el cual ahora cumples sentencia. Dios ha dicho "la venganza es mía"...
Edmond Dantes: ¡Yo no creo en Dios!
Abate Faria: No importa. Él cree en ti.


Imagen: El Conde de Montecristo